domingo, 7 de mayo de 2017

La abanderada de la justicia social, nacía hace 98 años

¿INTUICIÓN?



Esto de la intuición me tienta porque muchas veces he oído decir alabanzas de la mía; y aunque pocas veces me detengo a pensar en un elogio, tan frecuentemente se ha hecho el de mi intuición, que alguna vez he meditado en el tema.
Aquí están mis reflexiones que no intentan siquiera exponer un problema psicológico — que no doy para tanto — sino más bien decir lo que pienso con toda franqueza.
Yo creo que no es un sexto sentido, como dicen algunos, ni una facultad casi misteriosa de las mujeres, como dicen otros.
No; es simplemente una manera de ser de la inteligencia. Cada uno de los hombres tiene una manera de ser de su inteligencia, que es distinta en todos. En unos actúa rápidamente, en otros es lenta.
Cada uno ve las cosas según sea lo que quiere conocer en ellas. Yo siempre recuerdo aquel viejo refrán que dice: “las cosas son del color del cristal con que se miran”.
Cuando la gente suele atribuir “intuición” a las mujeres como virtud misteriosa, no se acuerda que nosotras tenemos que ver las cosas, las personas y la vida de una manera especial.
Nosotras sentimos y sufrimos más el amor que los hombres. En nosotras la inteligencia se desarrolla a la sombra del corazón y por eso la inteligencia no se ve sino a través de los cristales del amor.
Y el amor, cuyo misterio sí que es infinito, le hace ver a la inteligencia cosas que ella sola nunca podría conocer por hábil que fuese.
Los hombres no sienten ni sufren tanto el amor como nosotras las mujeres. Esto no necesita demostración.
En ellos entonces la inteligencia crece libremente.
Y por eso en todo a través de un razonamiento frío, casi matemático, tanto más frío y tanto más matemático cuando menos hayan sentido o sufrido el amor.



Cuando algunos elogian mi “intuición” se refieren siempre al rápido conocimiento que tengo de las personas con que trato.
A veces he confiado en quienes muchos desconfiaban y otras he desconfiado de quienes todos creían.
Casi siempre el tiempo me ha dado la razón.
¿Esto es una virtud misteriosa? Yo creo que no. Por el contrario, todo me parece muy simple. Yo he mirado siempre a las personas de una manera distinta que no es la que sirve a la inteligencia de los demás: yo miro a través de un cristal muy fino: el amor de Perón y de su causa.
El amor alarga la mirada de la inteligencia.
Si no fuese así, ¿podría yo “intuir” tanta cosas que a veces no entiendo del todo?
Recuerdo que una noche me acosté muy tarde y no pude dormir.
Me preocupaba un problema nacional cuya solución había sido propuesta ya al Presidente por los técnicos del Gobierno.
No había conversado de esto con nadie y no sabía otra cosa que lo que los diarios publicaban.
Era un serio y difícil problema que nunca había intentado ni siquiera entender. ¡Pero la solución no me gustaba!
Lo peor era que no sabía exactamente por qué.
Evidentemente yo podría decir al día siguiente que no me gustaba la solución, pero debería dar mis razones. ¡Y no las podía encontrar!
Ni las encontré; pero me decidí a confiarle al Presidente mis sentimientos; y acerté, porque él, que también había estado pensando, preocupado por el problema, estaba ya dispuesto a revisar la solución propuesta por sus colaboradores.
¿Extraño? ¿Misterioso? No, es la maravilla del amor iluminando una inteligencia igual que la de todos.



Nada tiene de raro, pues, que esa virtud o sentido extraordinario esté presente en los actos de Perón y sea admirada por quienes lo conocen y lo tratan.
El, que ama entrañablemente a su pueblo, ve todas las cosas a través de ese gran amor y por lo tanto, según está también demostrado, tiene que verlo todo de una manera especial, distinta de la orienta la mirada de los demás.
El ve por su pueblo y para su pueblo.
¿Qué tiene de raro, pues, que iluminado por ese gran amor “intuya” dónde está la felicidad de los argentinos y la grandeza nacional?
Y yo sí que puedo dar fe que esa virtud, existe en él en una forma maravillosa. Conoce a los hombres de una sola mirada y aunque intenten muchas veces disfrazare ante él. Muchas veces lo he visto también resolver graves problemas de una manera distinta a la que aconsejaban los técnicos y los especialistas, y más de una vez, ante mi pregunta extrañada, le he oído decir:
— Es cuestión de sentido común.
“Ellos ven el problema desde el punto de vista técnico, que es limitado, como el campo de un microscopio. Yo tengo que verlo con lentes planares; yo tengo que verlo como lo ve y como lo siente el pueblo”.
Después de meditar esa explicación, he pensado también que el “sentido común” y la “intuición” son dos virtudes todavía no bien definidas y tal vez sean la misma cosa, pero creo que están en todos los hombres y en todas las mujeres presentes en mayor o en menor cantidad y que solamente crecen y se hacen extraordinarias cuando un gran amor las vivifica con la maravillosa fuerza de su infinito poder.
Lo que también puedo asegurar es que ningún “hombre común” puede hacer o pensar nada con intuición; porque los hombres mediocres pertenecen a la clase de los que desprecian el amor como cosa exagerada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario